Una investigación de la FAUBA determinó que las temperaturas extremas, producto del cambio climático, no sólo afectan los rindes del cultivo, sino también su calidad.
“Los golpes de calor son un fenómeno cada vez más frecuente del
cambio climático, caracterizado por temperaturas extremas que duran un
breve intervalo de tiempo y pueden poner en jaque a la agricultura. En
el caso del maíz, pueden provocar pérdidas totales de rendimientos
cuando ocurren en torno a la floración y de 50% cuando afectan el
llenado de los granos. También comprometen la calidad, un aspecto no
advertido hasta ahora y que alerta a los productores y a la industria”,
indicó el Servicio de Prensa y Divulgación Científica (SLT – FAUBA).
“En el llenado, los genotipos más susceptibles a modificar el tamaño
de sus granos ante los golpes de calor también fueron los más afectados
en términos de composición química y calidad industrial. Uno de los
rasgos más comprometidos fue la acumulación de aceite”, afirmó Luis
Mayer, quién investigó al respecto durante el doctorado que realizó en
la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), donde además fue docente de
la cátedra de Producción de Vegetal.
La información generada por este estudio resulta de interés para los
agricultores, así como para los productores ganaderos (porque sus
animales podrían consumir un alimento que no se ajusta a la dieta
prevista si los granos provienen de cultivos expuestos a temperaturas
extremas) y para la industria, porque podría afectar el rendimiento o el
valor comercial de los productos derivados de la molienda.
Mayer continúa avanzando en sus investigaciones desde la Estación
Experimental Agropecuaria del INTA San Luis. En esta provincia los
golpes de calor son habituales e incluso ocurren en combinación con
períodos de escasas precipitaciones, lo cual hace peligrar la producción
agrícola. Por esta razón amplió los estudios a otros cultivos como
soja, sorgo y maní.
Rendimiento y calidad
La investigación de Mayer continúa una línea de trabajo de la FAUBA
comenzada por María Elena Otegui, Gustavo Maddonni y Juan Ignacio
Rattalino Edreira, quien estudió el impacto del estrés térmico sobre el
rendimiento del maíz cuando sucede en la etapa más crítica del cultivo,
centrada en la floración. Mayer abarcó un período más tardío: el llenado
de los granos.
“Nuestro interés era evaluar el impacto de las temperaturas
superiores a los 35 grados centígrados en el período de llenado sobre el
tamaño de los granos y su calidad”, explicó al sitio de divulgación
científica Sobre la Tierra, y aclaró que si bien ya existía literatura
al respecto, hasta entonces los estudios sólo se habían abocado a
plantas aisladas o en condiciones controladas.
Los ensayos de Mayer se repitieron durante las campañas 2009/2010 y
2010/2011, en un predio experimental de la FAUBA. Un aspecto novedoso de
la tesis fue la metodología empleada: “Construimos pequeños
invernáculos equipados con caloventores y sensores de temperatura para
generar un calentamiento artificial en condiciones a campo, tratando de
reproducir un golpe de calor verdadero”.
Al estudiar el impacto del golpe de calor encontraron un efecto
negativo sobre la duración del crecimiento de los granos de todos los
genotipos, y en especial cuando ocurrían durante el llenado temprano.
Los genotipos más sensibles resultaron ser los convencionales
(semidentados). En cambio, los maíces flint o colorado duro (del cual se
obtienen los copos para desayuno, cornflakes) y pisingallo (del cual se
obtienen los pochoclos) mostraron una mayor estabilidad.
Las caídas fueron de hasta un 50% del tamaño de los granos, que
retrajeron el rendimiento del cultivo de manera directa, y se observaron
cambios en la composición química y en diversos parámetros de calidad
asociados a la industria.
Ante el calor extremo los granos de los genotipos convencionales no
sólo experimentaron las reducciones más notorias de tamaño, sino también
las alteraciones más drásticas de calidad, con una reducción en la
concentración de aceite. No obstante, aumentó la concentración de
proteínas. “Observamos decrementos de hasta 1,5 puntos porcentuales en
la concentración de aceite del maíz y aumentos de hasta 2 puntos
porcentuales en la de proteínas”, especificó.
Implicancias ganaderas e industriales
“Si un productor destina a la alimentación de sus rodeos granos de
cultivos que estuvieron expuestos a temperaturas extremas, los animales
probablemente van a consumir más proteína pero con un contenido lipídico
menor. Eso puede tener implicancias en la productividad ganadera.
Mientras tanto, el productor paga por el maíz el precio de un commodity,
aunque su calidad sea distinta”, dijo Mayer, y advirtió que la
digestibilidad de ese maíz podría ser baja.
La industria también podría verse afectada: “En la molienda seca de
granos de menor tamaño y dureza, separar el embrión (donde se acumula el
aceite) del endosperma (donde se acumulan el almidón y las proteínas)
podría ser una tarea dificultosa e ineficiente. Las partículas de
endosperma obtenidas podrían llegar a tener un tamaño menor al deseado y
contener trazas de aceite y otros componentes del grano que alteran su
pureza, con una baja en la calidad comercial de los productos derivados.
Además, la baja concentración de lípidos de los gérmenes de este maíz
implicaría un volumen inferior de aceite extraíble”.
“Para la industria es importante realizar un análisis exhaustivo de
la calidad de los granos previo a su recepción, sobre todo cuando está
dispuesta a pagar un precio adicional por un maíz, como el flint o el
pisingallo, cuya calidad es constitutivamente elevada, pero que por la
incidencia de temperaturas extremas pudo haberse deteriorado”, dijo el
investigador.
Cambios de manejo
Mayer se refirió a las prácticas de manejo disponibles para los
agricultores. En ambientes donde no existen restricciones ambientales
más fuertes que los golpes de calor, las estrategias más conocidas son
el escape y la tolerancia.
El escape consiste en elegir una fecha de siembra que, según el
genotipo, impida la coincidencia del periodo de mayor susceptibilidad
del tamaño y calidad de los granos (el llenado temprano) con la época de
mayor probabilidad de ocurrencia de los golpes de calor (diciembre y
enero).
La estrategia de tolerancia se relaciona con la genética, optando por
la siembra de materiales cuyo tamaño y calidad de los granos tengan
menor susceptibilidad al estrés por calor.
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