Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) en la región
pampeana demostró que las rotaciones y las secuencias de cultivos y la
fertilización pueden aumentar los rendimientos de la soja hasta 700
kilos por hectárea. Y también concluyó que conservan más carbono que en
situación de monocultivo. Si se agregan altas dosis de fertilizante en
campañas previas, aumenta el contenido proteico de las semillas. El
informe lo divulgó el servicio de noticias Sobre la Tierra (SLT), de la
Fauba.
“Desde hace dos décadas, en la zona agrícola núcleo reinó el
monocultivo de soja por sus buenos retornos, pero provocó una pérdida de
carbono en los suelos y en la calidad de las semillas”, afirmó José
Andrade, docente de la cátedra de Cerealicultura de la Fauba e
investigador del Conicet.
“Por esta razón, junto a grupos CREA evaluamos si la intensificación,
más cultivos por año, y la diversificación de especies cultivadas
podrían mantener los balances de carbono. También estudiamos el impacto
de distintas dosis de fertilizante en el rendimiento y calidad de los
granos”, comentó.
Rotar para crecer
“Para empezar, medimos en lotes CREA del norte
de Buenos Aires las pérdidas de carbono en el suelo después de cinco
años bajo monocultivo de soja y lo comparamos con dos rotaciones: una
típica, trigo-soja/maíz/soja, y; otra más intensiva, trigo-soja/arveja
de campo-maíz/soja”, apuntó Andrade.
Y añadió: “En ambas rotaciones no solo evitamos pérdidas de carbono,
también encontramos que los rendimientos fueron mayores en comparación
con el monocultivo. Rindieron hasta un 20% más, lo que equivale a 700
kilos por hectárea”. Estos resultados están publicados en la revista
científica European Journal of Agronomy en septiembre de 2023.
Nutrientes de calidad
“Para evaluar el aporte del fertilizante,
comparamos dosis variables. Una regular para la zona, con 190 kilos de
nitrógeno disponible (N) para maíz, 155 kilos en trigo y; 12 kilos de
fósforo (P) por hectárea para ambos cultivos. En soja aplicamos 30 kilos
de P”, destacó el investigador.
“La dosis alta implicó 30 kilos más de N por hectárea para trigo y
maíz, mientras que aportamos 12 kilos más de P y 20 kilos de azufre en
todos los cultivos, excepto en la soja de doble cultivo. Al compararlas,
descubrimos que altas dosis de fertilizante en años sucesivos,
combinadas con la intensificación y la rotación de cultivos, aumentaron
la concentración de proteína de las semillas en más de 300 kilos por
hectárea”, contó Andrade, según cita SLT.
Acción y reacción
En este sentido, el investigador puntualizó que
“tener más cultivos por año trae ventajas de corto plazo; aporta materia
orgánica en el suelo y hace que el agua se infiltre y se aproveche
mejor; además, producir más biomasa y granos muchas veces está
acompañado de un mejor margen económico”.
“Una fertilización y nutrición adecuada complementa esa mejor
condición hídrica y permite un salto en la concentración de proteína en
los granos. Esto aumenta su calidad y su valor”, observó el docente.
Y en su conclusión, el investigador dijo: “Demostramos que es difícil
revertir la degradación una vez que está instalada. Cada acción tiene
consecuencias y tenemos que pensar a largo plazo para tomar mejores
decisiones”.
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