«Se trata de productos tradicionales
generados en economías regionales, muchas veces por pequeños productores
que habitualmente tienen grandes dificultades para llegar al mercado en
condiciones de comercio justo. ».
En la Argentina existen al menos
110 productos agroalimentarios que están en peligro de extinción, cuya
pérdida no sólo equivaldría a la desaparición de recursos alimenticios y
económicos, sino también de una parte importante de la cultura que
acumularon durante siglos los pueblos de diferentes regiones del país.
El llamado de atención surgió de un grupo de docentes de la Facultad de
Agronomía de la UBA (FAUBA) que integra la comisión nacional del Arca
del Gusto, de la asociación SlowFood.
Se trata de productos
tradicionales generados en economías regionales, muchas veces por
pequeños productores que habitualmente tienen grandes dificultades para
llegar al mercado en condiciones de comercio justo. Tales son los casos
del arrope de uvas, típico de las provincias del noroeste; el vino de la
costa, que posee un carácter regional diferenciado por su sabor y aroma
frutado; y el alfeñique, un derivado de caña de azúcar característico
de la provincia de Tucumán, entre otros productos de la Argentina que se
suman a un catálogo mundial de 1800 alimentos que están en vías de
desaparición, pero que todavía están vivos y pueden ser redescubiertos.
"Desde
la Facultad de Agronomía queremos colaborar con los pequeños
productores para que puedan llegar al mercado con alimentos artesanales
de alta calidad", dijo Hugo Cetrángolo, docente e investigador de la
cátedra de Sistemas Agroalimentarios de la FAUBA, y presidente de la
comisión del Arca en la Argentina. Y agregó: "Buscamos acercar a los
consumidores con los productores, para que se valoricen estos alimentos y
se sigan produciendo".
Cetrángolo, quien integra la comisión
nacional de SlowFood junto a los docentes e investigadores de la FAUBA
Julián Cámara Hernández y Cecilia Gelabert, subrayó que estos pequeños
productores son la franja más vulnerable del agro y que para garantizar
su supervivencia es necesario encontrar un equilibrio con la agricultura
de gran escala, de alta tecnología y gran productividad, que en las
últimas décadas creció exponencialmente y desplazó a muchas economías
regionales.
El grupo de investigación de la FAUBA comenzó a
colaborar con Slow Food hace tres años, a partir de la tesis de grado de
Aldana Gatti, quien identificó 10 alimentos locales en peligro de
extinción: la achojcha (una hortaliza), las frutas ajipa, tomate de
monte, chirimoya y pitanga, los tubérculos ulluco y añu, el licor de
yatay, el arrope de algarroba y la miel de abejas meliponas. A partir de
este trabajo se solicitó la inclusión de los productos en el catálogo
internacional del Arca, que hasta entonces sólo contenía unos pocos
elementos de la Argentina.
"Muchos materiales valiosos de
nuestro país, cultivados en el pasado, se encuentran en riesgo de
desaparecer como consecuencia del desplazamiento de las poblaciones
rurales de las regiones marginales del noroeste y noreste de la
Argentina a centros urbanos, donde se produce la pérdida de la identidad
cultural y costumbres en el proceso de asimilación de los aborígenes en
sociedades urbanas", afirmó Gatti. Y añadió: "Un aspecto destacado es
la pérdida del conocimiento de los productos autóctonos y, aún más, de
su uso y preparación en las poblaciones actuales. También el consumo fue
cambiando, reemplazando la demanda de productos autóctonos por otros
comerciales".
"La desaparición de productos autóctonos, por
una parte significa que las costumbres, los valores, las creencias, las
tradiciones, los gustos, las formas de trabajo cambian, que es algo
relativamente normal pero, tal vez, determinadas condiciones aceleraron
el proceso. Por otra parte, tiene un significado negativo en la
evolución productiva. Las variedades nativas son la base del
mejoramiento genético y productivo, por lo que la pérdida de diversidad
agrícola cultivada afecta la capacidad de seleccionar nuevas variedades
vegetales y animales que respondan a las nuevas necesidades", lamentó.
El
trabajo de Gatti fue el punto de partida para reactivar las actividades
del Arca en la Argentina y dejar al descubierto una gran riqueza de
alimentos que progresivamente estaban o siguen estando olvidados. En
2012, se integraron a la comisión nuevos investigadores de todo el país y
el catálogo llegó a 32 productos de gran importancia. Además, se
publicó un libro que contiene todos los detalles de la experiencia y
actualmente se está trabajando en una segunda edición.
Hoy hay
nuevos productos postulados para sumarse a la lista de 110 alimentos
que ya fueron identificados como en vías de desaparición. Recientemente,
la Facultad de Agronomía de la UBA presentó tres frutas nativas de la
provincia de Misiones para su incorporación al Arca del Gusto. Son
maracuyá, guayaba y granadilla morada, que si bien poseen ventajas desde
el punto de vista del desarrollo social, de la diversidad ambiental y
de la nutrición humana, tiene limitaciones comerciales que las ponen al
borde de la desaparición del mercado argentino.
La
investigación fue desarrollada por Valeria Casavola en su tesis para
acceder al título de Ingeniera Agrónoma. "Para lograr que la producción
de frutas nativas tenga éxito y continuidad es importante el desarrollo
territorial de la región. Para ello es necesario el apoyo del gobierno
local en la difusión del turismo, en la regulación de las ferias francas
y mercados, que son el principal medio de comercialización para estos
productores", concluyó en ese trabajo.
Experiencias exitosas
Cetrángolo
destacó algunas experiencias de América latina que integraron a los
sectores público y privado para evitar la desaparición de alimentos
autóctonos y revalorizar su consumo. Al respecto, señaló el éxito que
tuvo Perú para posicionar su cocina en el mundo y crear la feria más
importante de la región, denominada Mistura. También consideró que
Ecuador y México vienen haciendo esfuerzos importantes en la materia.
A
nivel local, consideró que si bien el Arca del Gusto es un catálogo
virtual de productos en riesgo de desaparecer, también es el punto de
partida para creación de baluartes de SlowFood, que prevén un conjunto
de acciones orientadas a revertir la situación de estos productos. El
caso más emblemático es el de las papas andinas de la Quebrada de
Humahuaca, que a partir de la formación de la cooperativa Cauqueva
-coordinada por Javier Rodríguez- logró transcender el autoconsumo de
las poblaciones locales, para extenderse a todo el país. También se
realizó un esfuerzo similar con el yacón, un tubérculo que crece en la
cordillera y cuya raíz es comestible, tras la creación de un proyecto
baluarte liderado por Magda Choke Vilca. (FAUBA)
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