Es una especie que crece en el norte argentino, Bolivia y
Paraguay. Podría generar un polo productivo donde no se planta la
oleaginosa y hacer desde aceite comestible a biojet.
También conocida como “cocotero”, la palmera Acrocomia totai,
originaria de América y con fuerte presencia en el norte del país, en
Paraguay y en Brasil, podría convertirse en una novedosa salida
productiva para el Nordeste argentino, por el alto rendimiento en la
producción de aceite, diez veces superior al de la soja en la misma
superficie.
“A los cinco años, la planta inicia su etapa reproductiva y, luego de
unos años, cuando alcanza su madurez productiva puede producir entre 4 y
5 mil litros de aceite por hectárea. Así, se convierte en un cultivo
con un rendimiento diez veces superior al de la principal oleaginosa de
la Argentina, la soja”, explica Diego Wassner, docente de la cátedra de
Cultivos Industriales de la Facultad de Agronomía de la Universidad de
Buenos Aires.
El aprovechamiento de esta palmera no sólo resulta de interés para
los pobladores del NEA, sino también para el sector industrial. “En el
área de Corrientes, Formosa y Misiones -agrega Wassner- se cultiva muy
poca soja, pero la Acrocomia podría transformar a estas provincias en
productoras de aceites y alimentos que abastezcan a la industria
cosmética y alimenticia, a la vez que sumen opciones bioenergéticas”.
Todo lo que produce la palmera puede ser aprovechado y
comercializado. El fruto, por ejemplo, tiene cuatro componentes: la
cáscara, la pulpa, el carozo y las semillas. De la semilla proviene un
aceite rico en ácido láurico, que es demandado por la industria
cosmética, pero como en Argentina no se produce, se importa a pesar de
su alto precio. De la pulpa se extrae un aceite comestible, rico en
ácido oleico, que puede ser usado por la industria alimenticia o como
bioenergía para elaborar biodiesel o biocombustible para aviación o
biojet.
Pero su aprovechamiento no termina acá. “Después de extraer el aceite
de las semillas -detalla el investigador-, queda una harina rica en
proteínas, parecida a la de la soja, pero más barata y apta para uso en
alimentación animal. Por su parte, la harina de extracción de la pulpa,
el contenido de proteína es bajo, pero posee una gran cantidad de
almidón y azúcares que, si bien también puede ser apta para alimento
animal, suele tomarse para producir bioetanol como biocombustible”.
El interés por abastecer a la industria del biojet surge a raíz de la
demanda que la industria de la aviación presenta al intentar reducir
sus emisiones de gases de efecto invernadero. Parte de la estrategia es
usar cada vez más este tipo de combustibles, pero hoy en día no hay
materia prima suficiente.
Desde lo ambiental, esta palmera también tiene otras ventajas, porque
es un cultivo perenne que genera una cobertura de suelo y
aprovechamiento de recursos permanente durante el año, y, además, es
nativo de la región. “Zonas que ya están desmontadas para la ganadería o
la agricultura se podrían volver a vegetar con esta palmera nativa que,
bajo su sombra, daría lugar a actividades como la horticultura o la
ganadería”, destaca el ingeniero en Agronomía.
En el NEA muchos son los productores que quedan fuera del sistema por
no poseer la estructura necesaria para encarar cultivos de gran escala.
La propuesta de Wassner también busca promover el “arraigo rural”, al
generar alternativas para productores chicos o empresas familiares que
no pueden lidiar con cultivos ineficientes o que requieran mucha
infraestructura.
“La Acrocomia impulsaría un nuevo sistema de producción ya que, en
grandes extensiones, demandaría más mano de obra, pero en el caso de las
plantaciones familiares el mismo productor se podría pagar sus jornales
y generarse un sueldo sin necesidad de contratar gente externa”,
explica el investigador.
Con todos estos datos en consideración, el grupo que lidera Diego
Wassner llevó a cabo la primera experiencia de plantación e
investigación con la Escuela de la Familia Agrícola (EFA) de la
localidad de Santa Lucía, ubicada en Corrientes.
Allí se está comenzando a evaluar la genética de la palmera nativa
para impulsar la siembra y el agregado de valor de esta palmera, que en
Brasil y Paraguay se explota comercialmente con buenos resultados desde
hace varios años.
Gabriel Quaizel