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SLT en los medios
Ante los desafíos del futuro
17-08-2010
El decano de esta Facultad Ing. Agr. Rodolfo Golluscio, en la columna publicada el pasado 7 de agosto en el Suplemento Rural del diario Clarín, hizo hincapié en el rol de la FAUBA respecto de cómo educar a los nuevos ingenieros agrónomos. < ...
El decano de esta Facultad Ing. Agr. Rodolfo Golluscio, en la columna publicada el pasado 7 de agosto en el Suplemento Rural del diario Clarín, hizo hincapié en el rol de la FAUBA respecto de cómo educar a los nuevos ingenieros agrónomos.
Ing. Agr. Rodolfo Golluscio - Decano Fauba
El autor sostiene que la Universidad debate cómo formar a las nuevas generaciones de agrónomos, los cuales deberán trabajar con sistemas productivos radicalmente distintos, donde las recetas actuales podrían perder valor. “Queremos una Universidad que esté al servicio de la sociedad toda, bajo los criterios de una producción sustentable”, afirma.
La creciente demanda mundial de alimentos representa una gran oportunidad para la Argentina y para el sector agropecuario en particular. Al mismo tiempo, constituye un desafío para la comunidad educativa, responsable de formar a los profesionales encargados de desarrollar y trasladar al medio los nuevos conocimientos, tendientes a aumentar la producción y a mejorar la sustentabilidad de los sistemas.
Nuestros egresados de la universidad trabajarán con sistemas productivos radicalmente distintos a los actuales. Y el correlato de ese escenario se traslada hoy a la educación pública, cuyos docentes no sólo deben enseñar las prácticas agronómicas actuales, sino también adelantarse a los conocimientos y tecnologías para manejar los sistemas del futuro, además de educar con contenidos de fuerte basamento teórico.
Estudié agronomía en la Universidad de Buenos Aires entre las décadas del ´70 y del ´80. Entonces, la producción de alimentos era muy diferente a la actual. Por citar algunos ejemplos, el glifosato era un herbicida caro y se aplicaba con una máquina especial que permitía quemar a las malezas cuando superaban la altura del cultivo, con una soguita embebida en el herbicida.
En ese tiempo, la soja era un cultivo casi exótico, proveniente de China, con una escasa superficie sembrada en el país, y no existían materiales modificados genéticamente. La siembra directa era una técnica muy ventajosa desde el punto de vista conservacionista, pero con escasa difusión.
Todo el sistema de producción era distinto. Las variedades de entonces desaparecieron; las densidades de siembra, las profundidades, las secuencias de labores y las rotaciones que aprendió nuestra generación, hoy ya perdieron vigencia. Si sólo hubiéramos aprendido ese sistema, hoy nuestro conocimiento sería inservible para la sociedad. Pero, felizmente, la Facultad no sólo nos enseñó eso, sino que también nos dio un criterio para entender cómo funcionan los sistemas de producción.
Hoy debemos profundizar en ese camino, porque los cambios prometen intensificarse. En el futuro, se prevé que escaseará el petróleo, los términos de intercambio podrán verse deteriorados por los subsidios de los países centrales y el cambio climático haría improductivas muchas regiones. Esto sucede mientras los recursos naturales no renovables comienzan a agotarse, los renovables se deterioran (porque la tasa de extracción supera la de renovación), y en el mundo aumenta la cantidad de personas con necesidades básicas insatisfechas.
En resumen, las tecnologías que en la actualidad se aplican a la producción, no alcanzarán para resolver los problemas que se prevén para las próximas décadas. Y no sólo eso, ya que hoy mismo se plantean situaciones para las cuales, muchas veces, no existen respuestas rápidas, tanto en el plano local como internacional. Tal es así que muchos profesionales argentinos están yendo a producir a países como Uruguay, Bolivia, Brasil, y más lejanos, como Sudáfrica, sobre ambientes que no fueron nuestro objeto de estudio y para los cuales tendrán que implementar, en algunos casos, prácticas diferentes a las de nuestro país.
Ante la mirada, muchas veces existente, que subestima los contenidos teóricos y endiosa el conocimiento práctico, desde nuestra institución proponemos invertir la ecuación. Como decía el Ing. Agr. Alberto Soriano, uno de los docentes más destacados en la historia de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA): “No hay nada más práctico que una buena teoría”.
Con esta visión, en la FAUBA queremos contribuir al desarrollo de sistemas de producción sustentables, tanto desde lo biológico como desde lo económico y social. Este concepto es fundamental. Consideramos que si bien el crecimiento de la población mundial representa una coyuntura favorable, asociada al aumento de la demanda de algunos de nuestros productos, no podemos satisfacerla en detrimento de nuestros recursos naturales.
Si para aprovechar esa mayor demanda de alimentos, deterioramos nuestros suelos, agotamos nuestro petróleo y nuestra agua; si armamos sistemas de producción cada vez más dependientes de los subsidios energéticos y menos demandantes de mano de obra, estaremos abriendo la puerta a un empobrecimiento general de nuestro potencial productivo y de nuestras reservas energéticas y a una exacerbación de la pobreza urbana y rural y de la migración del campo a la ciudad, con sus secuelas de hacinamiento urbano y marginalidad.
Para generar soluciones ingeniosas y sustentables, adaptadas a los nuevos escenarios productivos, hace falta ciencia: tenemos la certeza de que el método científico es una poderosa herramienta de conocimiento y transformación. Pero, además de investigar y formar nuevos profesionales, nuestra función en la universidad pública es transferir esos conocimientos de excelencia para que estén al servicio de toda la sociedad.
Por esta razón queremos fortalecer nuestros lazos con la comunidad agroalimentaria, con sus actores sociales y productivos y con las instituciones que realizan las actividades de transferencia tecnológica al medio, como INTA, Aacrea y Aapreside, entre otras instituciones.
La interacción con esos actores, con productores de pequeña, mediana y gran escala, permite a los investigadores estar en contacto con los problemas reales de la producción y anticiparse a ellos, mediante la búsqueda de soluciones, dadas las características de creatividad e innovación que posee la investigación científica. Los beneficios son mutuos, pues de estas investigaciones nacerá el desarrollo de tecnologías que sean compatibles con los sistemas sustentables de producción.
En definitiva, queremos una universidad que esté al servicio de la sociedad toda, que sea capaz de educar a los profesionales del mañana, para generar nuevos conocimientos y transferirlos al medio, bajo los criterios de una producción sustentable. Podemos afrontar este desafío, con más ciencia y tecnología, para el desarrollo del sector y del país.