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El primer interrogante que surge ante esta nueva modalidad es saber qué posibilidades hay de aumentar la cantidad de hectáreas para favorecer la producción.

Para ello afirma que en el país existe un porcentaje aproximado del 89% de tierras que resultarían improductivas en determinadas épocas del año, pero que “ponerlas en producción no afectarían a la cosecha siguiente y hasta podría beneficiar a los ecosistemas”.

En determinadas épocas del año la energía solar es muy buena pero no está siendo dirigida a ningún cultivo y esto se debería primeramente a cuestiones económicas y al miedo por el uso inadecuado de agua. Entonces ofrece como posible salida utilizar determinados “cultivos de servicios” anuales que oficien de complemento; que mejoren el suelo o que aporten Nitrógeno y así evitar el uso de fertilizantes. Siempre con el fin de optimizar la producción.

Para argumentar su investigación sostiene que “hay varios meses (entre tres y cinco meses) donde nosotros podríamos poner el cultivo en invierno sin sacar el agua que necesitarían para el verano”. Lo respalda con estudios que aseguran que esta metodología aplicada en invierno podría mejorar la calidad de agua para futuros cultivos.

Lo cierto que es que los sistemas de producción actuales tienden a la agricultura continua y esto resultaría un desafío para la sustentabilidad de la producción agropecuaria. Por eso, el investigador, se encargó de aclarar que es un proyecto a largo plazo.

En cuanto a la función que cumplirían de los barbechos aclaró que se busca “recuperar el agua hacer descansar al suelo” pero “no necesariamente tener un barbecho largo implica tener más agua” con el fin de que todo el sistema siga funcionando y no dejar el terreno”vacío”.

Con la mira en incrementar y mejorar la producción en un largo plazo, Piñeiro reconoce que actualmente existe la contradicción entre el uso o prohibición de agroquímicos, por lo que sería importante encontrar otro cultivo que combata las malezas y así disminuir el uso de ese químico que resulta” importante pero no indispensable”.

Como idea central sostiene que “se puede hacer una agricultura más saludable” con un menor uso de insumos que afectan paulatinamente al ecosistema y que podrían mejorar la calidad de nuestro “futuro verde”.

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