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Cultivos de servicios, contra el deterioro de los campos  
El Nuevo Rojense- 22-09-2016 -
  Nota publicada por: El Nuevo Rojense el 22-09-2016

Nota de origen:
Cultivos de servicios, contra el deterioro de los campos
Enviada por: FAUBA , el 21-09-2016

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Por Pablo A. Roset

El uso agropecuario está afectando negativamente a las tierras de la
Argentina. Por eso los productores deben sostener los rendimientos con
subsidios externos de energía. Proponen implantar especies alternativas
para captar más energía solar. ¿El fin? Recobrar con ella el buen
funcionamiento de los agroecosistemas.

(SLT/FAUBA) Todas las prácticas agrícolas dejan su rastro en la tierra.
Alteran características fundamentales de los suelos, del ciclo del agua y
hasta de las emisiones de gases de efecto invernadero, entre otras. Un
proyecto innovador de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) junto a
otras instituciones, productores y semilleros argentinos y uruguayos
promueve el uso de especies no tradicionales, en ciertos lugares y momentos
del año, que en lugar de ser cosechadas sirven para recuperar los servicios
ecosistémicos deteriorados. Y como si fuera poco, usando principalmente la
energía del sol.

“Hace tiempo venimos pensando en la idea de cultivos de servicios (CS). Es
decir, cultivos que no se cosechan como la soja, el maíz o el girasol, sino
que se usan para brindar algún servicio. Un ejemplo son los cultivos de
cobertura, como la avena, que sirven para proteger el suelo en invierno.
Sin embargo, existe un abanico de servicios ecosistémicos degradados, como
el control de las malezas, la provisión de nutrientes o la regulación de
las napas, que se pueden revertir por medio de CS. Hoy en día, algunos
productores piensan sólo en los cultivos de cobertura. Queremos cambiar esa
visión y ayudarlos a que piensen qué servicios tienen deteriorados y a que
seleccionen el o los cultivos de servicios más apropiados”, comentó
Gervasio Piñeiro, docente de la cátedra de ecología de la FAUBA.

Piñeiro, quien también es investigador del CONICET, señaló que la idea de
los cultivos de servicios deriva del concepto de servicios ecosistémicos,
que son recursos o procesos que los ecosistemas le brindan a los seres
humanos, y al respecto añadió: “Estos servicios van más allá del suministro
de carne, leche, lana o frutos, ya que incluyen otros beneficios como
mantener la calidad del aire, evitar el lavado de nutrientes con el agua de
lluvia o hasta cumplir fines estéticos y recreativos. Es muy interesante
diseñar los agroecosistemas conectando la agronomía con la teoría ecológica
asociada a los servicios ecosistémicos. Al hacer esto, los CS aparecen como
una herramienta con mucho futuro para ayudar al productor a mantener la
provisión de los servicios de manera sustentable en el tiempo”.

“Cuando hacemos agricultura, los ecosistemas pierden algunos de los
servicios que nos brindaban naturalmente. Por ejemplo, se degrada la
estructura del suelo, cae la cantidad de nutrientes disponibles para las
plantas o disminuye la capacidad de degradar los agroquímicos para que no
generen toxicidad al ser humano. Si al cultivar la tierra no pensamos en
esos servicios, es probable que los estemos dañando sin querer. Nuestro
proyecto busca crear conciencia de la importancia de plantar determinados
cultivos de servicios para remediar los servicios ecosistémicos que se
perdieron”, afirmó Piñeiro, quien trabaja en el proyecto junto a Priscila
Pinto, estudiante doctoral del CONICET/FAUBA.

Un cambio de paradigma

El investigador le comentó al sitio de divulgación científica Sobre La
Tierra la necesidad de cambiar el modelo agrícola actual, basado sobre los
principios de la revolución verde. “Hoy realizamos cultivos y obtenemos
elevados rendimientos gracias a que aplicamos subsidios energéticos. Es
decir, aportamos energía auxiliar al agroecosistema (como, por ejemplo,
fertilizantes, agroquímicos, gasoil, etc.), para que las plantas destinen
lo máximo posible a la producción de granos u otros órganos cosechables.
Obviamente, los costos económicos asociados son muy altos. Nuestra
propuesta es cambiar el paradigma: pensar sistemas agropecuarios que usen
la energía del sol principalmente para proveer esos servicios y así
disminuir la energía extra subsidiada al sistema”.

A modo de ejemplo, Piñeiro mencionó diversos casos de CS: “En un cultivo de
cobertura, las plantas capturan la energía solar y destinan una parte para
generar biomasa, que en un momento determinado va a proteger al suelo de la
erosión. De la misma manera, si sembramos una leguminosa que capta
nitrógeno de la atmósfera no tendremos que fertilizar. O si ponemos, en el
momento adecuado, un CS para combatir malezas, éste usará la energía del
sol para crecer e impedirá que las plantas indeseadas proliferen; no
tendremos que aplicar herbicidas. Aprovechar la energía del sol nos exime
de aplicar subsidios energéticos. No sólo nos ahorramos mucho dinero,
también evitamos el deterioro del ecosistema y bajamos la dependencia de
energía externa”.

“Estamos seguros de que los CS tienen grandes chances en las rotaciones
agrícolas. Estimamos que cerca del 90% del área agrícola en la Argentina
permanece improductiva en invierno. Ese es el momento ideal para implantar
los CS. Por un lado, los agricultores deberían evaluar cuáles son los
servicios a remediar. Si agotaron la materia orgánica y la disponibilidad
de N del suelo, tendrán que sembrar una leguminosa para fijar N de la
atmósfera. Si el problema es la napa cercana a la superficie, podrán usar
un CS que consuma el agua del suelo. Por otro lado, desde las instituciones
debemos aportar bases científicas sólidas, alternativas productivas y
creatividad. Este nuevo paradigma se debe apoyar en el trabajo
multidisciplinario”, puntualizó Piñeiro.

Todos juntos es mejor

Este proyecto ya cuenta con ensayos en marcha y sus resultados están
publicados en revistas científicas de primer nivel. Al respecto, Gervasio
explicó: “Esta no es una investigación clásica, con experimentos en macetas
o en parcelas. La desarrollamos a campo, de forma participativa y a nivel
regional. Trabajamos codo a codo distintos actores: la FAUBA, productores,
semilleros, economistas, técnicos del INTA y, en Uruguay, profesionales del
INIA y de la Universidad de la República. Los productores de cada zona nos
sugieren especies para remediar determinados servicios y qué costos están
dispuestos a asumir. Los semilleristas aportan alternativas y nosotros,
desde la universidad, realizamos mediciones y cálculos teóricos de los
desempeños de cada CS”.

“Un pilar clave en esta propuesta son los estudiantes de grado y posgrado,
quienes muchas veces funcionan como nexo entre los mundos del productor y
de la parte académica. Tienen tiempo de ir mirando esas realidades y de
amalgamar sus distintas características. A través de sus proyectos de
tesis, ellos terminan siendo multidisciplinarios en sí mismos. A menudo
realizamos mesas de discusión con todos los actores. El intercambio nos
sirve para aprender, para proponer nuevas ideas y hasta para detectar
necesidades, fondos disponibles, facilidades logísticas, apoyos, etc. La
suma de todas estas capacidades genera una sinergia muy fuerte para toda la
región”, finalizó Piñeiro.