| Delta del Paraná: los tratamientos caseros no potabilizan el agua |
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Ante la falta de este servicio básico, los isleños y las isleñas recaudan el recurso de los ríos y riachuelos, y lo procesan para su consumo. Una investigación de la UBA halló valores elevados de metales pesados y bacterias que dañan la salud en el líquido tratado.
El Delta del Río Paraná está formado por ríos y riachuelos, mas una gran parte de esta zona no cuenta con un sistema de agua bebible. Por tal razón, sus habitantes frecuentemente recaudan el agua de los cauces y le aplican diferentes procesos ‘caseros’ para hacerla potable. En este marco, una investigación de la Capacitad de Agronomía de la UBA (FAUBA) determinó que no únicamente los ríos y riachuelos están contaminados: los análisis asimismo advirtieron metales pesados, bacterias y otros elementos dañinos en el agua ya tratada por los habitantes locales. Las investigaciones de la FAUBA se enmarcan en un proyecto que asimismo examina la problemática del agua en diferentes distritos del conurbano bonaerense.
“Desde hace unos años, una gran parte de las personas que viven en el Delta no cuentan con una red de agua bebible, con lo que efectúan sus tratamientos para poder consumirla. Desde un voluntariado en el que participaron la FAUBA, la Capacitad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) estudiamos la calidad del agua de los cauces de la zona y la eficiencia de los métodos que más utilizan los habitantes para consumirla”, explicó Martha Bargiela, enseñante de la Cátedra de Química Inorgánica y Analítica (FAUBA).
“En primer sitio, examinamos química y bacteriológicamente el agua que las familias extraen de los cauces. Para esto tomamos muestras en ríos y riachuelos de la primera sección del Delta, que pertenece al Ayuntamiento de Tigre. Determinamos, entre otros muchos aspectos, el contenido de contaminantes como nitratos, cromo, cinc, cobre, plomo, aluminio, sólidos en suspensión, y la presencia de bacterias como Escherichia coli. Más del ochenta por ciento de las muestras superaron los valores límite que establece el Código Alimenticio Argentino para esos parámetros”, destacó.
La estudiosa apuntó que los tratamientos que las familias aplican al agua que recogen no resultaron efectivos. “Lo más usual es que filtren el agua con una vasija de porcelana o bien que hagan una decantación aplicando sulfato de aluminio. Advertimos inconvenientes en el empleo inapropiado de desinfectantes, en las condiciones de almacenamiento y en los procesos de decantación del agua tratada. En las determinaciones blog post/tratamientos hallamos microorganismos como Y también. coli y, en múltiples ocasiones, excesos de aluminio”.
“Estas ideas individuales no alcanzan para conseguir agua capaz para el consumo humano. Es preciso un monitoreo y sistemas de potabilización más complejos para reducir el peligro para los habitantes de las islas. Como una parte del proyecto, que concluyó, edificamos y dejamos en la zona un potabilizador de electrofloculación con capacidad para quitar contaminantes a una tasa de tres mil litros por día”, resaltó Bargiela, y añadió que los resultados precedentes están incluidos en la tesis de Licenciatura de en Ciencias Ambientales de la FAUBA (LiCiA) de Augusto Mezzina.
El agua en el territorio
La experiencia en el Delta formó una parte de una serie de proyectos de voluntariado universitarios en conjunto con organizaciones sociales. En nuestros días, Bargiela lidera un proyecto de extensión de la FAUBA que busca prosperar el acceso al agua en diferentes distritos bonaerenses. En este sentido, Germán Flores, estudiante de la LiCiA comentó: “A partir del trabajo que efectuamos así como el MNCI en la localidad de Esteban Echeverría pudimos afianzar los proyectos de extensión en los centros comunitarios de los distritos La Paz y Sarmiento. Basándonos en la manera en que los vecinos y vecinas conciben la problemática del agua, examinamos la calidad del servicio”.
“En La Paz, el agua para tomar se saca de perforaciones. Como allá no hay cloacas, sino más bien pozos ciegos, hay altas probabilidades de polución desde las fosas sépticas. Así como estudiantes y compañeros y compañeras del centro comunitario Remolines, efectuamos muestreos, talleres de capacitación y estudiamos la calidad del agua. Para finalizar, realizamos cartillas informativas que incluyen diferentes formas de advertir polución, aparte de manejos y tratamientos convenientes para el agua”, afirmó Flores.
Por fuera de las aulas
Bargiela se refirió al rol de la UBA en el territorio: “Como cátedra, siempre y en toda circunstancia deseamos aproximar la corporación a la comunidad y también procurar aportar a la resolución de inconvenientes específicos. Además de esto, para los estudiantes es un aprendizaje valioso y complementario al que reciben en el sala. En este sentido, las actividades de este proyecto formarán una parte de las Práctica Sociales Educativas de la FAUBA, que son espacios de enseñanza y aprendizaje obligatorios que articulan contenidos académicos con demandas de diferentes comunidades”.
Por su parte, Flores concluyó: “Es muy enriquecedor como estudiantes conocer diferentes territorios y las problemáticas que padecen. Podemos poner a prueba el contenido académico que vemos en la FAUBA por medio de proyectos de extensión y de la mano de una organización social como el MNCI para comprender los contextos sociales en que brotan distintos los inconvenientes y hasta participar en su solución”.
Fuente: Sobre la Tierra |
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