Aporte de la academia a la Ley de Semillas |
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Fuente: Pablo A. Roset, SLT/FAUBA
En una jornada en la FAUBA, cinco profesionales se refirieron a los pros y contras de cambiar la legislación actual. Advirtieron sobre la importancia de proteger el uso propio de la simiente y la agricultura familiar, de controlar el monopolio y de reconocer derechos de propiedad intelectual.
La actual Ley Nro. 20.247 —conocida como ‘Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas’— se promulgó en 1973. Hoy existen propuestas para modificarla, argumentando su desactualización y la necesidad de promover nuevos desarrollos por parte de las compañías semilleras. El proyecto para modificarla ya cuenta con un dictamen de comisión de mayoría en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. A fin de brindar diferentes visiones desde el ámbito académico, la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) organizó la jornada Ley de Semillas: Aportes para un Debate Institucional, en la que un grupo de docentes y profesionales debatieron, con distintos enfoques, sobre la importancia y las posibles consecuencias de cambiar la legislación vigente.
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Mejoramiento participativo y soberanía
Para Gustavo Schrauf, Profesor Titular de la cátedra de Genética de la FAUBA, es fundamental conocer cómo son y quiénes controlan los mercados de semillas. “La semilla es el insumo básico de la cadena alimentaria y condiciona cómo se producen los alimentos. Por eso, las empresas de agroquímicos compraron casi todas las semilleras en el mundo: Bayer compró a Monsanto, Dow y Dupont se fusionaron y ChemChina adquirió a Syngenta y a la empresa argentina Nidera. Sólo estos tres grupos empresarios concentran cerca del 60% de las ventas globales de semillas y del 70% de los agroquímicos”.
“Esto hace que el productor esté muy condicionado en su forma de producir. Al comprar las semillas también adquiere los agroquímicos para que los cultivos expresen su potencial. La tendencia al monopolio es muy fuerte, y si dejamos en sus manos el desarrollo de semillas, perdemos soberanía y poder de decisión”, dijo, y agregó que quitarle al productor el derecho al uso propio de las semillas puede profundizar la monopolización.
Además, Schrauf advirtió sobre la notable caída en los presupuestos del Conicet, las universidades, y del programa de mejoramiento del INTA. “Por un lado, el proyecto del oficialismo busca darle más poder a las empresas; por otro lado, afirma que con la modificación pretende beneficiar al INTA… es una incoherencia y puede significar un perjuicio muy grande. La Ley debemos repensarla entre todos, con participación. Incluso, es necesario considerar que los productores pueden intervenir en el mejoramiento y no verse sólo como meros receptores de tecnologías”.
“Al mejorador y al productor se los suele presentar como antagónicos. Sin embargo, con el mejoramiento participativo pueden trabajar en conjunto. En este sentido, nuestra experiencia con el proyecto del recuperación del tomate criollo es muy rica. Además de mejoradores, agrónomos y biólogos participan los productores hortícolas y hasta los mismos consumidores en las degustaciones (incluyendo cocineros). Entre todos se decide qué tomate elegimos para mejorar. Este modelo no es fácil de implementar, pero en algunos países hay proyectos parecidos que funcionan muy bien. Estas alternativas representan una reacción de la sociedad, que busca alternativas a la concentración que se da a escala global”, resaltó Schrauf.
Los costos de no invertir en tecnología
“En la Argentina, la normativa que rige para las semillas ya tiene varias décadas. No se han recogido las innovaciones tecnológicas desarrolladas en los últimos años y eso ha tenido un costo importante tanto en productividad como en divisas. Por ejemplo, hoy, por no haber incorporado esas tecnologías, los rindes argentinos en maíz y trigo pasaron a estar debajo de los de EE.UU., habiendo sido superiores o semejantes. Cuando uno valoriza eso, significaría una pérdida para el país de 50 mil millones de dólares por el maíz más 19 mil millones por el trigo”, explicó Fernando Vilella, Director del Programa de Bioeconomía de la FAUBA. |
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