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La Argentina protege
poco y de forma desigual
sus áreas naturales
 
Argentina Ambiental- 17-09-2019 -
  Nota publicada por: Argentina Ambiental el 17-09-2019

Nota de origen:
La Argentina protege poco y de forma desigual sus áreas naturales
Enviada por: FAUBA , el 17-09-2019

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El estudio académico, realizado a escala subcontinental, reveló que nuestro país necesita proteger más y
mejor sus variadas ecorregiones. Comparativamente,
estamos entre los países que menos protegen la naturaleza en Sudamérica.
En América del Sur, la expansión veloz de la agricultura
y el crecimiento de las ciudades requieren de acciones
urgentes para cuidar la naturaleza. Si bien el 7,1% de
la superficie de esta parte de América está preservado
dentro de áreas protegidas (AP), se sabe poco acerca
de cuánto protege cada país, qué ecosistemas están
incluidos en las AP y cuáles no. Esta inquietud llevó a
los científicos a profundizar en el tema no sólo a escala continental, sino también en el estado puntual de la
conservación en nuestro país.
Un estudio Publicado por al Revista Peer por profesionales del Conicet, de la Universidad de San Luis y de
la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) encontró
que la proporción de áreas protegidas varía mucho entre los países sudamericanos, con la Argentina ubicada entre los tres que menos naturaleza conservan. Por
otra parte, se detectó que poseemos un mal balance
entre las condiciones naturales que protegemos y las
que no, a pesar de los compromisos de conservación
asumidos.
“En el ranking de países que elaboramos, la Argentina,
con un 2,3% de su territorio dentro de áreas protegidas, está —de abajo para arriba— en la tercera peor
posición, sólo arriba de Guyana y de Uruguay. Por el
contrario, los primeros son Chile, con 18,3%, Venezuela, con un 15,2%, Colombia, con 11,8%, y Brasil,
con 5,6%”, afirmó Germán Baldi, docente de la Especialización en Teledetección y GIS en la Escuela para
Graduados de la FAUBA, quien publicó el trabajo en
coautoría con, entre otros, Marcos Texeira y Esteban
Jobbágy, también docentes de esa Facultad.
La Argentina posee un abanico muy amplio de regiones ecológicas que deberían estar protegidas. Baldi y
colaboradores mostraron que unas pocas están sobreprotegidas y que muchas no están conservadas.
Foto Vicuña
Baldi aclaró que esos números reflejan la conservación
de carácter estricto, ya que consideran a las AP cuyo
objetivo es preservar la naturaleza, su fauna y su flora (categorías I a IV de la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza – IUCN). Si se analiza
el conjunto de AP, incluyendo a las que permiten algún
uso económico como la ganadería (categorías I a VI),
la Argentina pasa a tener un 8.8% de su territorio conservado. Sin embargo, comparativamente es un valor
muy bajo, ya que en ese ranking ocupamos el penúltimo puesto, arriba de Uruguay.
Por otra parte, Baldi, quien también es investigador del
Conicet, resaltó que además de conocer la extensión
que protege cada país, también es fundamental saber
cuán equitativa es la distribución de las AP a lo largo
de las distintas condiciones naturales, o ecorregiones.
La extensión protegida y la mencionada equitatividad
son las dos dimensiones más importantes de lo que se
llama representatividad.
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AXion
Según el estudio de Baldi y colaboradores, aun considerando en el análisis todas las categorías del IUCN
nuestro país no alcanzará las metas de conservación
comprometidas para el 2020.
“La equitatividad es una medida que nos permite ver
los desbalances. Chile, por ejemplo, tiene mucha superficie protegida, pero está entre los más desbalanceados de Sudamérica porque la mayoría de sus AP
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está en los bosques subantárticos”, explicó Germán.
En este sentido, advirtió que “nuestro país también está
muy abajo en el ranking de la equitatividad. Protegemos
bien la Patagonia andina y las selvas de Salta, Jujuy y
Tucumán, pero muy poco los pastizales pampeanos y
los bosques secos del centro/oeste del país. Nuestro
balance es malo, y eso implica que no estamos cumpliendo con los compromisos asumidos”.
La Convención de Aichi 2010
Germán Baldi comentó a Sobre La Tierra que la Argentina y 194 países más firmaron en el 2010 el Convenio
sobre la Diversidad en Aichi, Japón. Uno de los objetivos suscriptos establece que al menos un 17% de
áreas terrestres y un 10% de áreas oceánicas deben
estar incluidos dentro de redes de AP para el 2020.
Mientras tanto, otro de los objetivos estipula que esas
redes deben ser ecológicamente equitativas.
Y agregó: “Si bien estas metas no tienen en cuenta las
características o limitaciones propias de cada país ni
incluyen lineamientos científicos para alcanzarlas, son
fundamentales como un marco político global para la
forma en que deberíamos proteger la naturaleza debido al valor intrínseco y no utilitario que posee”.
“¿Cómo decide un país la creación de un área protegida? No hay una respuesta clara a esa pregunta. Distintas fuerzas llevan a un gobierno a querer proteger la
naturaleza, o no, más allá de la capacidad de comprar
un territorio si está en manos de privados o a transformar una extensión determinada en un área protegida”
(G. Baldi).
“Pasaron 9 años desde Aichi, y con nuestro actual 2,3%
protegido (o inclusive el 8.8%) quedamos bastante lejos
del 17% comprometido para el 2020. En realidad, cuando tengamos que reconocer que no cumplimos con la
meta, no habrá consecuencias porque es no/vinculante.
Por supuesto, a los países pequeños les conviene cumplir para ganar prestigio internacional y acceder a financiación, ya que sus economías están vinculadas a las de
los países centrales”, dijo el investigador.
¿Dónde y por qué crear áreas protegidas?
Como parte de su estudio, Baldi también intentó comprender cuáles eran las motivaciones que impulsan a
cada país a tener áreas protegidas. En el caso de la
Argentina, las dos causas más importantes para establecer un AP son la densidad poblacional —donde hay
población no hay áreas protegidas— y la distancia a
las fronteras.
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“La Argentina tiene casi todas sus áreas protegidas
en áreas de frontera, lo cual habla más de intereses
geopolíticos estratégicos a nivel nacional, como marcar límites o estar presentes en esos territorios, que de
proteger una especie animal o vegetal. Obviamente
que, de paso, es bienvenido que se proteja al yaguareté o a la ballena. Pero hay que tener claro que las
motivaciones frecuentemente van más allá que cuidar
la biodiversidad”, señaló Germán.
“Nosotros hallamos que incluso en las naciones que
más protegen, las redes de áreas protegidas no están
ni saturadas ni balanceadas, ya que se tiende a ubicar
las AP mayormente en territorios aislados y poco habitados” (G. Baldi).
Por último, Baldi concluyó que “por eso, y un poco a
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contramano de la lógica de la conservación, las tendencias en el tiempo que detectamos en nuestro trabajo mostraron que los países sudamericanos no están necesariamente fortaleciendo la representatividad.
Creemos que este balance entre las regiones ecológicas protegidas y no protegidas sólo va a resultar favorecido si marcha de la mano con intereses económicos
basados en la provisión de bienes y servicios, incluyendo el turismo. Nuestro desafío, ahora, es analizar
esto a escala global”.
Pablo Roset
http://sobrelatierra.agro.uba.ar/author/pablo/
Ingeniero Agrónomo, MSc. en Recursos Naturales
(UBA), escritor y músico.
Fuente: SLT/FAUBA