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“En la transgénesis, la imaginación es nuestro límite”  
Argentina Ambiental- 10-08-2021 -
  Nota publicada por: Argentina Ambiental el 10-08-2021

Nota de origen:
Nuevos caminos para los clones, la transgénesis y los xenotransplantes
Enviada por: FAUBA , el 23-04-2018

Esta noticia ha sido difundida por las siguientes agencias:
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(SLT/FAUBA) En octubre del 2020, la Argentina se
convirtió en el primer país del mundo en aprobar el
uso de un trigo transgénico. El trigo HB4, el primero
en desarrollarse en el mundo, reavivó el debate sobre
el uso de cultivos transgénicos en nuestro país y sus
implicancias en la salud humana y en la soberanía ali/
mentaria. A este respecto, Gustavo Schrauf, docente
de la cátedra de Genética la Facultad de Agronomía
de la UBA (FAUBA), expuso sus perspectivas acerca
de los distintos usos y aplicaciones de esta tecnología
y de las raíces del fuerte debate que separa las aguas
entre sus detractores y sus defensores.
La transgénesis en la naturaleza
y en el laboratorio
La transgénesis ocurre cuando, en el genoma de un
organismo, se incorpora material genético que perte/
nece a otra especie no relacionada. Si bien se suele
asociar este proceso con la intervención humana, lo
cierto es que ocurre en la naturaleza. Por ejemplo,
es el caso de la batata que se cultiva para consumo
humano, que presenta información genética prove/
niente de dos bacterias: Agrobacterium tumefaciens
y Agrobacterium rhizogenes, lo que evidencia el
intercambio de material genético entre organismos de
distintas especies como parte de la evolución. “El ser
humano aprendió cómo algunos microorganismos y
algunas bacterias hacían transgénesis y, conociendo
esos mecanismos, hoy los puede utilizar en su benefi/
cio”, dijo Schrauf.
El trigo HB4 es un desarrollo argentino. Es el resultado
de más de 15 años de investigación del equipo lide/
rado por la investigadora del CONICET/UNL Raquel
Chan, para mejorar la resistencia a la sequía en este
cultivo. “Ella tomó un factor de transcripción que está
en el girasol, que es una proteína que regula la expre/
sión de otros genes, y lo probó en una planta modelo
/Arabidopsis/ con resultados muy interesantes. La
investigadora encontró que, cuando esa proteína se ex/
presaba, se activaban muchos genes que le otorgaban
a la planta tolerancia a sequías”, explicó el docente.
Y agregó que “en el desarrollo de los eventos, también
se utilizó un marcador de selección, que es un gen que
permite seleccionar a las células transgénicas de las
no transformadas, una secuencia de ADN que le otorga
a la célula trasformada resistencia al herbicida glufosi/
nato de amonio. Y las dos características /resistencia
a sequías y a glufosinato/ fueron juntas”. Así, según
Gustavo, a pesar de que la empresa que lo desarrolló
no vende agroquímicos (INDEAR), la introducción del
trigo transgénico quedó asociada al modelo de nego/
cios de las grandes empresas que desarrollan cultivos
transgénicos resistentes a agroquímicos.
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Schrauf consideró que este modelo impide el avance
de una discusión en torno a los cultivos transgénicos
y su potencialidad para el sistema alimentario. “Gran
parte del éxito de estos cultivos tiene que ver con
su resistencia a herbicidas, lo cual es el negocio de
las empresas que los venden. Y así la imagen del
transgénico está muy unida al uso de agroquímicos,
especialmente del glifosato, que hoy es muy inten/
samente utilizado y se ha convertido en un problema
de contaminación. Entonces, una tecnología como la
transgénesis, que tiene alta potencialidad, se convirtió
en una tecnología con mucha crítica”.
¿Transgénicos sin transnacionales agroquímicas?
“Los cultivos transgénicos tienen un potencial que,
actualmente, no es aprovechado. Y esto en parte se
debe a que su desarrollo se concentra en un puñado
de grandes empresas que además de comercializar
semillas venden los agroquímicos. Esto restringe la
discusión sobre los transgénicos a la cuestión del
modelo de negocios de estas empresas y empaña la
posibilidad de abrir un debate social sobre los benefi/
cios que podría traer esta tecnología”, señaló Schrauf.
Respecto del trigo HB4, Gustavo acotó: “En términos
agronómicos, podríamos tener una mayor tolerancia
a sequías. Debido a la variabilidad climática anual,
muchas veces los productores corren el riesgo de
reducir o perder la cosecha. Esto, para un pequeño
productor, podría significar la pérdida de su campo.
Entonces, la resistencia a las sequías podría aportar
una estabilidad productiva que sería beneficiosa”.
La transgénesis tiene muchas más posibilidades
de aplicación. “No hace mucho tiempo, en algunos
ensayos, tuvimos un problema de ataque de ácaros
en nuestros tomates. Una investigación encontró que
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el ácaro estaba silenciando los genes de defensa
del tomate, para después atacarlo. Es decir que, de
alguna manera, el ácaro regula la expresión génica de
la planta, lo cual es asombroso. Y, con este conoci/
miento, se podría trabajar sobre el problema e impedir
que el ácaro intervenga en la genética del tomate.
Este tipo de alternativas las da la ingeniería genética”,
comentó Schrauf.
Por otro lado, la ingeniería genética, que está tan
asociada al uso de agroquímicos, también podría
utilizarse para disminuir e incluso evitar el uso de
estas sustancias. “Hay una enfermedad que se llama
huanglongbing, que ataca a los cítricos y los liquida.
Y es muy difícil encontrar resistencia a través de las
vías convencionales. Esta enfermedad es transmiti/
da por una chicharrita, pero si buscamos controlarla
con el uso de insecticidas, el daño ambiental sería
brutal, además de tener resultados casi inefectivos.
Este es otro caso en el que la ingeniería genética
podría trabajar para ayudar a detener el avance de la
enfermedad. De hecho, en el INTA un grupo dirigido
por Gabriela Conti, quien también es docente de la
Cátedra de Genética de la FAUBA y está trabajando
en el tema”, añadió el investigador.
Todas estas posibilidades que ofrece la biotecnología,
que podrían redundar en beneficios ambientales y
sociales, están relegadas al interés de tres inmensas
corporaciones que controlan el 70% del mercado
mundial de agroinsumos. “Uno de los problemas tiene
que ver con las patentes. Que más que un recono/
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cimiento a la inventiva se ha transformado en una
herramienta para dominar el mercado. En el caso de
la transgénesis, las patentes favorecieron a la con/
centración del mercado en unas pocas empresas que
dirigen el desarrollo en función de su interés”, puntua/
lizó Schrauf.
En este sentido, otro de los grandes desafíos tiene
que ver con la concentración en la comercialización
de las semillas. “Hay otras semillas que circulan por
otros canales, pero la gran mayoría está en manos de
estas pocas empresas, por lo que la alimentación a ni/
vel del planeta depende de ellas. Sin embargo, parte
de su negocio es vender el agroquímico, y por eso es
muy difícil cambiar de modelo”.
“Quizás este resulte un problema común a casi
cualquier ámbito en el que el beneficio/negocio de
un grupo de empresas entra en contradicción con el
beneficio social. Esto se exacerba cuando, además,
las empresas son pocas y poderosas, como los oligo/
polios químico/semilleros. Entonces, los desarrollos
tecnológicos estarán centrados en ganar más /en este
caso, a través de la venta de agroquímicos/ y no en
generar una mejor alimentación, producida en forma
sostenible. Ahí estamos en un problema de falta de
soberanía, sin embargo, la Argentina tiene capaci/
dades para generar desarrollos alternativos”, advirtió
Schrauf.
Las tecnologías génicas al servicio de la sociedad
“La genética nos permite modificar una planta y con/
seguir cosas que no se podrían lograr de otra manera.
En la transgénesis, la imaginación es nuestro límite”,
sostuvo Gustavo, y añadió que la transgénesis y la
edición génica poseen posibilidades prácticamente
ilimitadas. Otras técnicas convencionales, como la hi/
bridación, no tienen ni el mismo alcance ni los mismos
resultados. Por ello, para el docente, es fundamental
discutir sobre el rol de las transnacionales.
“Cuando se demoniza algo, ya no queda margen
para la discusión. Eso sucede con la transgénesis. A
veces creo que es más fácil discutir ‘transgénicos sí’
o ‘transgénicos no’ que debatir qué modelo queremos
como sociedad. La discusión sobre el modelo debería
incluir, necesariamente, qué dirección darle al desa/
rrollo de la ingeniería genética y qué rol debería tener
dentro del sistema productivo”, resaltó.
Pero la grieta es difícil de salvar. “Si logramos generar
eventos que sean claramente beneficiosos para la so/
ciedad, eso sería un paso”, dijo Schrauf. “El otro paso
es lograr la trazabilidad de los alimentos. El SENASA
tiene la capacidad de ir a las góndolas de los super/
mercados y fijarse si los productos tienen glifosato,
por ejemplo. Si tuviéramos ese grado de consciencia,
podríamos avanzar hacia una producción más saluda/
ble y quizá la transgénesis resulte en una herramienta
para eso. De hecho, las tecnologías Bt, que se utilizan
en transgénesis con mucho éxito, evitan o reducen
cualitativamente la aplicación de insecticidas”.
Finalmente, Schrauf hizo hincapié en que la ingeniería
genética podría ser una tecnología al servicio de un
modelo de producción agroecológico. “Con la genéti/
ca aprendemos cómo actúan las plagas y los insectos
benéficos y cómo interactúan genéticamente con las
plantas. Hay microorganismos que están en el suelo y
a veces se hacen aliados de las plantas y las defien/
den. La transgénesis permitiría aumentar esa defensa
y lograr que funcione mejor”. En este marco, según
Schrauf, el eje central del debate debe ser “definir
cómo queremos producir, y también cómo queremos
hacer genética. En otras palabras, el desafío es lograr
que la genética acompañe la decisión que tenemos
que tomar como sociedad de cómo queremos produ/
cir alimentos”.
Fuente: Prensa FAUBA