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¿Por qué el girasol argentino podría rendir mucho más?  
El Semiárido- 13-05-2025 -
  Nota publicada por: El Semiárido el 13-05-2025

Nota de origen:
¿Por qué el girasol argentino podría rendir mucho más?
Enviada por: FAUBA , el 12-05-2025

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Un estudio interinstitucional reveló que los productores solo cosechan hasta un 60% del potencial. La merma se asoció a la poca fertilización con fósforo y nitrógeno, a usar labranza convencional y a sembrar cultivares de bajo rinde. Los impactos varían según la región.
Por: Pablo A. Roset

(SLT/FAUBA) El girasol es un ‘jugador clave’ en nuestro agro; se adapta a diversas regiones, accede a mercados diferenciados y aporta estabilidad y diversificación ante los desafíos comerciales y del ambiente. Pero hay un problema: los rindes aún están lejos de su potencial. Un estudio de FAUBA, INTA, ASAGIR y otras instituciones determinó que las brechas de rendimiento —la diferencia entre lo cosechado y lo que se podría lograr— oscilan entre 34% y 40% a nivel país. La producción podría crecer con tres ajustes clave: optimizar la fertilización con fósforo (P) y nitrógeno (N), elegir cultivares de buen potencial de rendimiento y adoptar sistemas de labranza más eficaces.

“El cultivo de girasol es estratégico para el país, y aunque los rendimientos son buenos, todavía hay margen para aumentarlos. A ese incremento de kilos por hectárea lo llamamos brecha de rendimiento”, dijo Ignacio Rodríguez, primer autor del estudio y profesional del Grupo Don Mario.

“La brecha es la diferencia entre el rinde que el productor obtiene hoy y el que podría lograr aplicando las mejores prácticas de manejo. Es un indicador muy importante porque permite identificar oportunidades para optimizar la productividad, ya sea en kg por hectárea o indagando en las causas que la determinan”, explicó.

Haciendo un poco de historia, Ignacio señaló que en 2013, el Profesor Antonio Hall —Emérito de la UBA y del CONICET— demostró que entre 2000 y 2007, la brecha había sido del 29%. Sin embargo, ese trabajo no identificó las causas de ese porcentaje. Por eso, hoy, luego de casi 20 años, se hacía necesario avanzar sobre tales aspectos.

“Nuestro objetivo, entonces, fue recalcular esta diferencia para el período del 2010 al 2016, aplicando una metodología novedosa respecto de la que había usado Hall. Además, también buscamos establecer las causas”, indicó Ignacio.

“En el trabajo, primero definimos el rendimiento potencial en base a modelos de simulación, a ensayos comparativos de rendimiento y a los rindes de los productores más eficientes del CREA. Después, comparamos esos rendimientos con los registros de producción del Ministerio de Agricultura. Además, lo hicimos para todas las zonas girasoleras”, puntualizó Rodríguez.

Para Pablo Cipriotti, docente de la Facultad de Agronomía de la UBA, las brechas son significativas. “Con el modelo de simulación y los datos de CREA obtuvimos valores medios de 34% para todo el país, mientras que con los ensayos comparativos de rendimientos, un promedio de 40%”, informó, y aclaró que las diferencias regionales variaron desde 25% en el sudeste bonaerense hasta 50% en el norte.

La publicación en la revista Field Crops Research también identificó las causas de las mermas productivas. “Las más relevantes son la insuficiente fertilización fosforada y nitrogenada, el uso de labranza convencional y la adopción de genotipos de bajo potencial de rendimiento. Además, varían en importancia según la región girasolera”, afirmó el docente.

“Por ejemplo —añadió Cipriotti—, en el norte, las mayores mermas en los rindes ocurren por emplear labranzas convencionales, mientras que en el sudeste de Buenos Aires se deben, sobre todo, a la poca fertilización con P y N”.
Hay razones para simular

Jorge Mercau, agrónomo egresado de la FAUBA y profesional del INTA San Luis, destacó dos ventajas de los modelos. “Nos permiten calcular con precisión los rendimientos potenciales en todas las áreas girasoleras y superar las limitaciones de los otros métodos, que dependen de ensayos con diversas restricciones y la subjetividad al seleccionar datos de rinde”.

En el trabajo se usó el modelo CROPGRO por su versatilidad. “Simula el desempeño del cultivo en distintos suelos, climas y prácticas agronómicas. Incluso, considera el alto costo energético de producir aceite, lo cual es crucial en girasol. Por supuesto, fue necesario un trabajo intenso de calibración para adaptarlo a las variedades nacionales”.

Entre numerosos parámetros ajustados, el equipo liderado por Rodríguez priorizó dos aspectos: la capacidad de generar hojas y de profundizar las raíces hasta 3 metros en ciclos de crecimiento cortos. “Quedamos muy satisfechos con los resultados que brindó el modelo”, comentó entusiasmado.
Grandes avances y preguntas pendientes

Antonio Hall hizo hincapié en la trascendencia de los nuevos avances. “Logramos refinar la zonificación del cultivo: en nuestro estudio del 2013 eran cuatro, y ahora son doce. Lo hicimos usando el sistema del Global Yield Gap Atlas, que nos permitió analizar con más precisión las brechas. Aquí jugó un papel importante Patricio Grassini, egresado de la FAUBA”.

El investigador agregó que para analizar los rendimientos, el equipo de investigación recurrió también al Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (ReTAA). Lo elabora la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y fue fundamental para profundizar en las causas de las mencionadas mermas.

“Identificamos factores como deficiencias de P y N, pero también debemos señalar que hallamos limitaciones en los datos. Por ejemplo, el ReTAA no brinda información detallada sobre el control de enfermedades, un aspecto crítico en el girasol. Hemos dado un gran paso adelante, pero aún falta para entender cómo cerrar estas diferencias”, aseguró Hall.

Cipriotti sostuvo que este proyecto fue un buen ejemplo de articulación público/privada. “La generosidad al compartir datos y la coordinación entre actores con distintas formaciones fueron esenciales para identificar causas y sentar las bases de futuras investigaciones”.

En cuanto a nuevos experimentos, Pablo adelantó que planea realizarlos combinando modelos de simulación con experimentos de campo para validar los resultados obtenidos y explorar de qué forma otras variables, como la fecha de siembra y el sistema de labranza, pueden influir en el rendimiento del cultivo.

A modo de cierre, Jorge Mercau subrayó: “Este trabajo nos ayudó a entender más el cultivo, asegurando que los resultados fueran relevantes para el sector productivo. Y, por supuesto, siempre con la idea de expandir la superficie girasolera del país”.