En un contexto en el que elevar la producción agrícola por unidad de
superficie será clave para satisfacer la futura demanda de alimentos,
llevar los rendimientos al máximo potencial para cada campo y región
resulta una alternativa promisoria. Una investigación realizada en
conjunto por las facultades de Agronomía de la UBA (FAUBA) y de Ciencias
Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) detectó qué
elementos del ambiente y del manejo agrícola permitirían incrementar
hasta un 29% la productividad de la soja de primera y un 33% la de
segunda en la región central de la Argentina, una de las más importantes
del mundo.
“Este trabajo surgió de una inquietud de los productores del CREA Sur
de Santa Fe, que año tras año venían detectando que los rendimientos de
la soja no crecían. Cada campaña les costaba más subir la producción.
Nosotros pensamos que una de las causas podía ser que estuvieran muy
cerca del límite productivo de la región. Ellos sabían sus rindes
reales, pero no cuán lejos estaban del máximo. Es decir, desconocían la
brecha de rendimiento. Y eso es lo que tratamos de cuantificar en el
estudio”, dijo Di Mauro, docente de la cátedra de Cultivos Extensivos de
la UNR.
Los resultados de Di Mauro muestranque en la región central de la
Argentina todavía hay margen para aumentar los rindes de la soja en
condiciones de secano. “Calculamos la brecha de rendimiento como la
diferencia entre el rinde de cada lote respecto al máximo de ese año, en
22.500 lotes agrícolas entre 2003 y 2015. Encontramos que para la soja
de primera, la brecha promedio fue del 29%, mientras que para la de
segunda fue del 33%. Es decir: en promedio, los productores están en un
71% y un 67%, respectivamente, de los máximos rendimientos registrados
en esa zona”, le explicó a Sobre La Tierra el investigador, cuyos
resultados están publicados en la revista European Journal of Agronomy.
Di Mauro, quien también es becario doctoral del Conicet, profundizó
en las razones por las que muchos campos no alcanzaban los rindes
máximos de esa región. “Los valores de brecha en los 22.500 lotes fueron
muy variables. Por ejemplo, registramos desde 0% —o sea, lotes que sí
habían alcanzado ese máximo— hasta 60%. Por eso decidimos estudiar
cuáles eran las variables del ambiente o del manejo a los que estaban
asociados”.
“Para establecer el por qué de esa variabilidad usamos una técnica
estadística llamada árboles de regresión que nos permitió organizar los
datos a partir de divisiones dicotómicas jerárquicas; justamente, como
las ramas de un árbol. Así establecimos que en soja de primera, la causa
principal de ese 29% era la fecha de siembra: los lotes sembrados más
temprano —antes del 25 de noviembre— tenían mayores rendimientos que los
que se sembraban tardíamente. Luego, la segunda variable de manejo que
encontramos fue el cultivo antecesor: aquellos lotes que venían de maíz
rendían más que los que venían de otros cultivos de verano”, afirmó el
investigador.
En el caso de la soja como segundo cultivo, Di Mauro señaló que la
variable que más explicó la brecha fue la aplicación o no de fungicidas.
“Vimos que esta práctica de manejo permitía diferenciar entre
situaciones con altos y bajos rendimientos. En esta región es común usar
fungicidas. De los 7.000 lotes de soja de segunda, sólo 1.800 no
aplicaban y sus rindes eran más bajos”.
“La región que estudiamos abarca el sur de Santa Fe, el norte de
Buenos Aires, el sureste de Córdoba y el ángulo noreste de La Pampa. Es
una de las más productivas del país y del mundo. En este estrato de
productores, los rindes promedio son de 3.800 kg/ha y techos superiores a
los 5000 kg/ha en soja de primera. Eso resalta la importancia de este
trabajo”, dijo Pablo Cipriotti, Profesor Adjunto del Departamento de
Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la FAUBA. En este
sentido, añadió: “Ahora no sólo sabemos la magnitud de la brecha y las
variables que la explican, sino que también tenemos un mapa con esta
información para toda la región”.
Cipriotti, quien también es Investigador Adjunto del Conicet, comentó
que mapear la brecha para la soja como cultivo único permitió ver con
claridad qué tipo de factores condicionan los rindes. “En este cultivo
existe una clara estructura en la variabilidad espacial de la brecha,
donde se diferencian muy bien las áreas con valores entre 10-15% de
otras donde alcanza el 50-60% del rinde potencial. Ubicar esas brechas
en el espacio permite indagar qué aspectos del manejo o del ambiente se
pueden mejorar en esas subregiones específicas”.
Pablo Roset |