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Peligrarían 600.000 hectáreas de trigo por las inundaciones |
22-08-2015 |
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Información enviada por: FAUBA |
Por Juan Manuel Repetto
Según investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA, el cereal podría perder esa superficie sembrada si los anegamientos no se retiran en más de 15 días.
Las inundaciones que afectaron a distintas zonas del país comprometen seriamente la campaña del trigo. Después de haber caído 50% su área sembrada en los últimos 10 años, ahora podría perder 600.000 hectáreas implantadas en la Depresión del Salado, el norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe debido a los anegamientos. La situación se complica porque las lluvias cayeron en las primeras etapas de ciclo del cultivo y podrían continuar hacia el momento previo a floración, cuando cereal es más sensible.
La advertencia fue realizada por Daniel Miralles, docente e investigador de la FAUBA al sitio SLT: "Las perspectivas son pesimistas debido a que se combina la falta de incentivos para la siembra, como consecuencia de los cupos de exportación, un año con excesos hídricos y pronósticos de temperaturas mayores a las medias históricas. Todo esto sugiere que la potencialidad de los rendimientos se verá restringida".
Miralles estimó que existen unas 4 millones de hectáreas afectadas por la inundación: "Si consideramos que 15-20% de ese área corresponde a cultivos invernales (trigo y cebada), hay un riesgo de reducción de superficie de estos cultivos de entre 600.000 y 800.000 hectáreas. Por esta razón, las hectáreas cosechadas de trigo podrían estar cercanas a las 2 millones (respecto de las 2,8 millones sembradas), considerando que persistirá esta situación de excesos hídricos y pronósticos de lluvias hacia la primavera".
El escenario es crítico porque las lluvias afectaron a los cultivos en el inicio de su ciclo: "Si la situación persiste por más de 10 o 15 días, es posible que se pierdan los cultivos debido a una mortandad de las plantas. Si las inundaciones se retiran antes de ese período, podrían recuperarse, aunque se perdería una parte importante de los nutrientes provistos por la fertilización nitrogenada debido al exceso hídrico".
Según el investigador, si persisten los pronósticos de años "Niño" con primaveras lluviosas, existe una alta probabilidad de volver a tener riesgos de pérdidas por anegamiento en el período más crítico para los cultivos invernales, que es el momento previo a la floración. Esto podría implicar mermas de hasta 80% en los rindes, según la magnitud del fenómeno.
Más siembra, menos inundaciones
Miralles subrayó que la siembra de cultivos de invierno en la campaña actual cayó entre 25 y 30% respecto del ciclo anterior, y hasta 50% en algunas regiones contra los promedios históricos. Se calcula que la superficie actual implantada con trigo es de sólo 2,8 millones de hectáreas, en comparación con las 6 millones que ocupaba el cereal hasta 2006.
El investigador de la FAUBA sostuvo que esta pérdida de superficie impacta en las inundaciones porque el consumo de agua en el invierno por parte de los cultivos permite reducir o evitar los riesgos por excesos hídricos e impedir la salinización por el ascenso de las napas.
Al respecto, detalló: "Al no existir raíces que extraigan el agua de los estratos inferiores del suelo, las napas permanecen altas y, ante aumentos en las precipitaciones, rápidamente ascienden provocando inundaciones. Además, en muchas regiones este proceso trae aparejada la salinización de los suelos debido a la deposición de sales en superficie que acompañan al ascenso de la napa. Una vez evaporado el exceso hídrico, los suelos se convierten en salinos, con una pérdida total de productividad".
Por otra parte, destacó que los cultivos de invierno mejoran la estructura de los suelos (aumentando la porosidad y la infiltración) y aportan carbono y materia orgánica. Estos beneficios generarían una mayor productividad a mediano y largo plazo.
Anarquía en políticas agrícolas
Por Daniel Miralles
En el caso particular de los cultivos invernales en los últimos 10 años, en la Argentina hemos transitado el camino inverso a la producción planificada, sustentable y racional que permita no sólo intensificar la producción por unidad de área, sino preservar los recursos para poder sostener los niveles de producción y de calidad de dicha producción.
La reducción de cultivos invernales clave en los sistemas de rotación, incentivando el monocultivo, la pérdida de suelos productivos, la reducción en la calidad de los productos cosechados que impiden acceder a mercados más demandantes y con precios mayores, la distorsión entre la oferta y la demanda, obedecen a falta de políticas estructurales que deben ser concensuadas entre el Estado y los actores del medio productivo.
Sólo por tomar algunos ejemplos, en países como Australia, donde el impacto de la producción primaria y la manufactura derivada de dicha producción representa un importante aporte al PBI, las políticas agropecuarias se discuten a mediano y largo plazo.
En la Argentina, donde el 25% del monto total de las exportaciones corresponden a productos primarios y donde la suma de las exportaciones de los productos primarios y la elaboración de dichos productos representa el 57% del total del monto exportado a nivel país, no se discuten en profundidad cuáles serán las políticas que regirán los esquemas de producción en función de las demandas del mundo y de la oferta que puede cubrir la Argentina. En resumen, un país a la deriva a la hora de diseñar estrategias globales agrícolas para incrementar los ingresos por exportaciones provenientes del agro. |
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